"LA FAMILIA"

La memoria de otros.
“Un ser viviente es una memoria que acciona. Sólo somos la memoria de otros”
Resnais “Mi tío de America”
Somos apellidos y mezcla: un abuelo Guillermo Arhancet, vasco Frances , tambero y peón de estancia, logró hacerse de sus propias tierras, encontró pollera en Amachi (abuela en Euskera) – y no la llamáramos de otro modo, porque se ofendía –Vasca de Navarra, a más no poder: Josefa Indacochea, por si suena a poco, planchadora en casa de familias, había llegado a Argentina, dado que unos primos “necesitaban un varón para tareas de campo”, pero el único hijo, era la mano fuerte para ayudar a su padre en Beruete, un caserío entre montañas verdes y castaños . – “Mándeme a mí padre – dijo – se escribir y ya allí al verme no van a dejarme a la buena de Dios, me van a aceptar nomás” – Así fue nomás, pero no sin explotación y maltrato. Logró encontrar mejor ubicación y pronto, el noviazgo, en un baile de Marcos Paz. Casamiento, hijos: dos mujeres, tres varones, todos casi en hilera. Uno de ellos Santiago, mi padre.
Pero una pulmonía  en trabajo a plena noche donde Guillermo se empeñaba en techar un tinglado para no ordeñar mas bajo la intemperie, dejo viuda a Josefa, quien no pudiendo manejar el tambo vendió todo y por consejo de su hermana monja, aprontó el regreso. Mi padre solía contarme la fantasía de cómo se imaginaba un “barco” y atravesar el “océano”; con sus escasos 9 años creía, acostumbrado a montar a “pelo” que el transatlántico era como un “inmenso caballo blanco que podía galopar  en el agua” – Sin duda esta imagen ya tenia mucho de cine para mi herencia de metáforas perdidas.
Llegaron “De a pie” de Lecumberri a Beruete, la madre buscó unas ramas, improvisó unas varas, repartió una a cada uno, y empezó la escalada monte arriba para luego descender hasta divisar el caserío. La tradición decía que si no encontraba la casa paterna, no podría volver pues había perdido sus raíces. Entretuvo a los chicos, con panecillos y cuentos que recordaba de su infancia, Errolàn, el trueno, la Lamias que se peinaban los largos cabellos con peinetas de oro, tan bellas que si uno las miraba se convertía en  estatua. La magia y los duendes del bosque se mezclaron, luego con el tiempo en épocas de de esperaza en la republica recién lograda. El dinero que llevaron, los convirtió  en los “americanos”, compraron casas en Rentaría – próxima a San Sebastian, luego el estudio de los chicos, colegio de curas, pero un feroz monstruo se expandía, como ese “Rinoceronte” de Ionesco, el fascismo, la guerra civil, la perdida de propiedades , los hijos que parten como por pura convicción  como brigadistas internacionales. De americanos pasaron a ser los “rojos”. Resultado: Silvestre, con 17 años muerto en combate, Juan, detenido y preso, condenado a muerte y conmutada la pena a perpetua (que gracias a la presión internacional), sobrellevó 17 años de reclusión en Alcalá de Henares, 7 para mi padre,  en compañía de poetas como Marcos Ana, y el mismo Rafael Alberti. También, “Nana de la cebolla” marca en mí resonancias fuertes, ya que a ese niño amamantado a jugo de cebolla mi padre pudo pasarlo bajo los alambrados para que su padre Rafael pudiese acariciarlo. Y con todo esto la madre y las dos hijas, buscando por cárceles, vendiendo lo que quedaba para sostenerse, mercado de estraperlo, racionamiento. Hambre, y cuidarse “ya eran mujeres de hombres presos”. Viajes por la reconstrucción de Europa, mi tía Dora emigra a Francia, como profesora de español, ya licenciada en Historia, para pelear por la liberación de sus hermanos. En Argentina la atención por la guerra, el pedido por la erradicación de los presos políticos, la comunidad de inmigrantes españoles y un Frondizi que utiliza esto para sumar votos, logra que puedan “volver” a esos campos de Marcos Paz. Yo empezaba dar mis primeros pasos, tuve a Amachi a mi lado, abuela cómplice hasta mis doce años, siempre la recordaré con su baton negro a pintitas, como un luto eterno, solía curarme los dolores de garganta con una magia extraña, un poco de su saliva por donde dolía, la señal de  la cruz sobre el dolor, y envolvía mi cuelo en una tibia bufanda roja como para espantar demonios, no se como pero la cosa funcionaba, hoy creo que todo mimo de abuela funciona como el mejor remedio.
Claro hacia paellas y natillas increíbles, y en secreto me dejaba tomar del pico un sorbito de anís 8 hermanos que escondía en el ropero entre la “ropa de cama”
Ahora los caballos eran caballo de verdad y mi viejo cabalgó duro, así luego de infinidad de oficios y trabajos diversos aterrizó, Dios sabe como – según él:- hasta donde terminara el tren –que recayó en General Villegas, consiguió trabajo en un taller mecánico, se convirtió en un periodista secreto del diario, que firmaba Gudari (soldado en vasco) y que criticaba sucesos locales. Bailes y encuentro con otro apellido, el de mi madre Alzamora, también de padre Español. Así que Margarita (mi futura madre) se fue enamorando entre pasodobles y tango.
Nació Dorita, bella como un ángel pero el mal de los rastrojos se la consumió sin consuelo para mis padres. Queda de ella la herida abierta. Traslado de Villegas a Chivilcoy, allí vine yo a ese mundo, no llegué a conocer a mi hermana, pero a veces siento que nos “sabemos”.
 Mi abu materna, otro Apellido Margarita Molina, es culpable de mi adicción a los merengues y a los bizcochuelos que me hacia en la “económica a leña”. El abuelo José, me enseño de paciencia, de amaneceres, del amor a las planas, tenia vivero, y yo corría entre gladiolos y dalias, adicto a trepar a los árboles, o a darme panzadas de ciruelas so reto de “no comer las verdes” , que por prohibidas resultaban tentadoras. Pero las brevas  era lo más, como los bigotes que dejan atracones de moras. Supo rescatarme de alguna zanja,  ligue buenos retos por ”tirarnos sapos” que el juntaba para la quinta, con una gratitud ya que eran para el sus perros guardianes de cualquier insecto. El primer ramo de flores para la iglesia y una fe que le daba sabiduría. Callado, de palabras cortas, presente con el mate y la galleta de campo y un despertador biológico como para no perderse ningún despuntar del día.
Mi mamà es la mayor de dos hermanos: Isabel, para todos, la Tía “Lita” que sigue firme en Chivilcoy y así otro apellido se combina: Cupayolo, El tío Emir. Con Lita nos vemos de escapadas cuando se viene a mimar a Fer “la doctora, recién recibida,” y los nietos de su hijo Hernán que viven a cuadras nomás de mi casa, aquí, en Capital Federal. En Chivilcoy está otro de mis primos: El “Diego”, todos con sus chicos y no tan chicos. De “Lita” debo haber heredado esa necesidad de “escapar” a otros lados, ver otros mundos en busca de aventura.
El otro hermano fue José o mejor, mi “tío ñato”, que estará guiando desde arriba mis pasos, y que me ha permitido heredar a mis primos, a Mirta Araos su señora, mamá  de tan tía mía, y de tantos hijos postizos ya que los melli  Fede y Mariano y el Santy parecen no alcanzar. La historia de dolor, por la perdida de un hijo, su Pablo, mi primo Pablo, nos marcó sin duda, hoy es esa copa que llenamos para estar con él en las fiestas; Pero Pablo, dejó  como visionario, una radio comunitaria que llamó Hueney, en Neuquén donde viven, luchan y pelean por una sociedad más justa. Claudia Díaz está al frente junto a Mirta, y hoy desde Internet podemos escuchar 106.5FM Radio comunitaria Hueney. La radio, salía de la habitación de mi primo, ese cuarto hoy más allá de tener un lugar físico, se ha convertido en un gran cuarto sn paredes para la libre expresión. La radio suena a su gente porque está hecha por su gente. No busquen perfección en ella, su perfección esta en la espontaneidad, de sus palabras sin libreto, de su música al servicio del oyente, de posturas de servicio a la comunidad, atenta y dispuesta a las necesidades con campañas de solidaridad y de toma de conciencia.
Tras los primos, esposas y sobrinos: Lucas, Franco, Sol, Abril, Joaquín, Facundo, Nadina.
Tras Claudia: Vale, Lucia y Guido.
Y la familia se suma con Jorge Medina y una trouppe  que llamaremos “comunidad Hueney” o si  quieren, mi “familia”, que siempre me espera, así es cuando odio las distancia.
Pero aunque parezca grande, estamos mi madre con sus achaques y yo, sosteniéndonos o incluso acostumbrados ya a los desencuentros. Pero esta es la historia, ella de pequeño me “leía” las pelis y ahora yo hago con ella lo mismo. ¿Mito del eterno retorno? No hay mucho que decir al respecto, salvo que aunque amargo, no deja de ser un privilegio.
Pero es verdad esa frase de Benedetti “los Otros que invento dicen a veces cosas que yo no habría dicho ni aunque fuese otro”. De todo esto nace mi voz, el tono de un díálogo en un personaje, la imagen que abre una idea, que pone en marcha una trama siempre por descubrir.
Faltaría decir que la familia no solo es la sangre de mi sangre. Hay una sangre diferente que me nutre porque uno elige, es la sangre dispuesta del amigo, cuando hablo de sangre hablo de entrega, de fidelidad, de hermanos de vida y hay que nombrarlos para completarme, sin ellos no soy totalmente yo, están en mi como perlitas que iluminan, estrellas guías. Berard desde el cielo, guía entrañable, Marcelo “truchy” Lavagna,  Mariíta, Leonardo y Daniela que me regalan ese “tio” junto a sus mimos, Magda, Dami, Julito, Dora nuestra “Reina”,  Hugo, Gustavo y su familia (Maria Marta, Lauri,  Leo, Lucía). Sandra “fiel “Kil Bill “, María, para sacarnos de apurones, Germán, que todo lo soporta, Martín, Ceci pluma dispuesta…Fernanda Batalla, Patricia Cárdenas, Clara Frias, Coco Elli, Jorge Ceballos, Nicolás Sorrivas con quienes las horas de facu se hicieron un placer y un apasionado modo de contagiarnos fuerzas.
Hay un rincón en Mardel, en medio de un bosque, un castillito de cristal donde viven unos duendes entrañables Elena Cecchi, Víctor y mis adorados sobrinos adoptivos: Pablo Navas que desde su quinto año, aportaba datos a monografías de mi Licenciatura, cuando yo sacaba a Adorno, el remataba con Deleuze, ganador de premios de poesía en la legislatura porteña, me encandila con su brillo de humilde sabiduría, Marina, una pulga que anda haciendo “sus desfiles y sus pasos de baile”, Ariel, que se conmueve con la pintura y la guitarra, y Fede, un tierno  Winnie the Pooh, que la tiene clara “ser tenista, aprovechar la facha, vivir de sus hermanos y vestir muy “langa”, y conquistar al mundo con su simpatía. Allí están, la vida me reencontró por azar con Elena Cecchi,  amiga de un lejano tiempo y la encontré con esa familia formada, y así las cosas, nos hemos adoptado.
Como verán, nombres, así enunciados, sólo nombres, tras ellos una historia de vida, son ellos quienes me instan a no desviarme del camino, de un estar presente. Siempre buenas “orejas dispuestas” cuando mis aguas se “enturbian”.
Queda evocar a otros que nombrar no puedo, amigos que en mi vida han sido, en mi corazón están, aunque hoy ausentes en esta página, pero no por esto menos presentes de lo que pueden imaginar.
Y sin duda aquellos que desde lejanas tierras me han encontrado por Internet para revivir nuestro cariño: Max Maza, desde Mexico, Daniel Morsinsky desde Francia, Julio Martínez Pablo, desde Praga, Ruossi desde Bariloche, Ferrari, dando vueltas…apareciendo de una vieja secundaria, o de un 1979 cuando egresamos del CERC.
Y Amigos invisibles, de esos con los que uno se cruza, pero sigue sintiendo próximos  desde el primer abrazo: Rubén March Rios, Carlitos Seijas, Adriana Otero,  Marisa Ipolito donde estén, Gonzalo Cogo y faltarán sin duda, y podrán reclamar su lugar . Siempre hay espacio para recuperar lo que se pierde u olvida.
Se sman compañeros de facultad, ex alumnos, docentes, compañeros de trabajo que hacen o hicieron de mí, este eterno y cambiante “Yo soy”, motor de este blog en donde sin un lugarcito para evocarlos quedaría un hueco injusto en mi corazón. Este es mi Blog, en él ustedes conmigo. Lo necesito para poder escribir desde mis vísceras porque se que muchos para “leerme”, entregan su alma.